En estos días de enero, donde la vida cotidiana parece teñida solo por los cambios que tanto el DNU como la Ley Bases proponen en las relaciones entre argentinos, los que trabajamos en la industria editorial nos enteramos con sorpresa y estupor que, además de modificarse muchas cosas (desde los contratos de alquiler hasta las relaciones laborales), el proyecto de ley del ejecutivo pedía derogar la Ley 25.542 de Defensa de la Actividad Librera, logro colectivo del sector que la CAL impulsó para que fuera sancionada.

Si bien en el mercado del libro hay diversas agrupaciones, cada una con su especificidad: de editores, de libreros, de autores, etc., hay también una cohesión que puso de manifiesto que ningún actor de los mencionados está de acuerdo con la derogación de la ley. Desde cámaras empresarias, diversos colectivos culturales hasta cadenas de librerías mostraron el rechazo a la derogación que propone el Gobierno.

Una voz, sin embargo, una única voz, defiende la derogación de la ley. Esa voz se ha visto amplificada por la lógica de las dos campanas, cuando acá no hay dos de tamaños iguales. Esa voz se basa en una serie de mitos: el precio de los libros va a bajar, las librerías más pequeñas van a tener ventajas competitivas, se va a incrementar la bibliodiversidad, las librerías se van a especializar. Veamos, entonces, por qué esos son mitos que no tienen asidero en el mundo real.

 

Mito 1: Las librerías se van a especializar y van a ofrecer mejor servicio, en vez de competir por precio.

Para esto hay dos respuestas que se complementan. Por un lado, en los grandes centros urbanos (AMBA, Córdoba, Rosario) ya existe una especialización, no es algo nuevo en absoluto: librerías de ciencias sociales, de literatura, de libros infantiles, etc. Por otro lado, en las localidades de menos habitantes, fuera de los centros urbanos, es muy complejo para las librerías especializarse. Muchas veces son la única librería de la ciudad o de la zona. Además, la cantidad de población no hace sustentable un negocio especializado. Si no trabajan todo el espectro de publicaciones, lo más habitual es que no subsistan como tales.

 

Mito 2: Se va a incrementar la bibliodiversidad.

No se puede ver de qué manera se va a incrementar la bibliodiversidad, que es, en definitiva, la mayor oferta de libros de la mayor cantidad de temas y autores. Ahora bien, la bibliodiversidad es una propiedad de mercados que pueden segmentarse e innovar en base a una estabilidad. Es decir, aportar más a las características de valor cultural del objeto libro mucho más a que las materiales. Para ese crecimiento se necesita que las empresas productoras y el canal de venta no estén compitiendo por precio, sino por mejorar el valor cultural del libro. En ese aspecto, la derogación de la Ley de Defensa de la Actividad Librera, solo va a generar libros más iguales entre sí, apuestas a aquello que es seguro.

 

Mito 3: Las librerías más pequeñas van a tener ventajas competitivas.

Esta afirmación se base en que las librerías pequeñas tienen menos costos que las que, por ejemplo, están en shoppings. Parece algo razonable, pero que no se sostiene en la práctica. Por un lado, porque las que tienen mayor afluencia de público, reciben, por lo general mejores condiciones comerciales. Por otro lado, en una política de puja por baja de precios, son los más grandes quienes van a poder negociar mejor por descuentos adicionales a los editores y/o distribuidores.

Además, el escenario de hoy, es el de las ventas por plataformas, como MercadoLibre, que presionan a los vendedores a hacer descuentos y a bajar los precios de los productos. Es decir, ni las librerías grandes ni las pequeñas están preparadas para absorber con rentabilidad una política de venta casi por subasta como es la propuesta de las plataformas a las que poco le importa el vendedor.

Algún detractor de la ley puede decir que, entonces, las librerías deberán reconvertirse en meros vendedores on-line. Esa afirmación sería desconocer el valor cultural que tienen las librerías y el de referencia de encuentro con la cultura en cada comunidad, valores que están reconocidos por la Unesco.

 

Mito 4: El precio de los libros va a bajar.

Este último mito es el más grande. El precio de costo de los libros está determinado por el papel, que hoy se lleva el 55% del costo de producción. Con aumentos por encima de la inflación, el costo del papel se fue apropiando de la rentabilidad del sector editorial. En un sentido estricto, los precios de los libros ya bajaron, dado que los editores no han trasladado a precio todos los aumentos en estos años y han cedido rentabilidad. Si no baja el precio del papel, mal pueden bajar los precios de los libros.

Por otro lado, en un contexto de constante puja de precios, en el que los vendedores ofrecen descuentos a los compradores finales, lo lógico es que pidan compartir ese descuento con los editores. Con la rentabilidad ya menguada, lo que va a suceder es que los precios van a subir primero para ofrecer descuentos después. Es decir, el descuento adicional va a estar en la estructura de costos y lo va a pagar el comprador final.

Por último, el efecto que suponemos que va a ocurrir si se deroga la ley es que se van a cerrar librerías pequeñas. Así sucedió con la derogación de una ley similar en el Reino Unido, y es la consecuencia lógica de la pauperización vía puja de precios. Al reducirse el mercado, hay menos escala de producción. Los costos no industriales del libro (edición, traducción, etc.) se diluyen en la cantidad. A menos escala, la consecuencia, otra vez, es que el precio va a subir.

La idea era enumerar mitos y verdades acerca de la ley de Defensa de la Actividad Librera. Algunas verdades, que son más breves, porque lleva más trabajo rebatir mitos que decir la verdad:

  1. Desde que se sancionó la ley en 2001, se triplicó la cantidad de novedades (es decir, libros únicos) que se publicaron en el país.
  2. Se duplicó la cantidad de editores que publican esos libros.
  3. Tenemos una red de 1500 librerías, la mayor cantidad de librerías por habitante de la región.
  4. Han surgido una cantidad inmensa de autores en distintos segmentos: literatura, infantil, ensayos, literatura de género, estudios académicos, etc.
  5. El precio uniforme da estabilidad al mercado; permite una manera correcta para el cálculo de regalías; ayuda a combatir la piratería, ya que el precio referenciado distingue a los libros oficiales de los piratas, que suelen venderse a menor valor.
  6. Es una ley en la que todo el mercado está de acuerdo, no importa si se trata de editores, libreros, distribuidores o si son grandes, chicos, medianos o de capital nacional o extranjero. Todos entendemos a la ley como beneficiosa para el sector editorial.

Por último, en estos días de enero, los que trabajamos en la industria editorial hemos hablado de la derogación de la ley en medios, hemos trajinado despachos de legisladores que han escuchado nuestros argumentos. Confiamos, entonces, en que tanto los diputados de UxP, FIT-U, UCR y Hacemos Coalición Federal que entendieron nuestra problemática se opongan en la votación a la derogación de la Ley 25.542 de Defensa de la Actividad Librera.